PV-13 (El Limbo) 

 

     Este sitio está registrado en la carta topográfica Puerto Vallarta F-13-C-69 de CETENAL (1973) como “zona arqueológica”.  La inspección de este sitio fue el motivo por lo cual hicimos, Otto Schöndube e yo, una excursión de tres horas en mula.  Fue durante esta aventura que nuestro guía, Lorenzo Peña, también nos enseño los sitios PV-12 y PV-14. 

      Desafortunadamente, el encargado del ranchito El Limbo, Ramiro Tapia, había llegado a este lugar hacia apenas un año con su familia de nueve hijos a cuidar el ranchito para el dueño.  Llegó a este lugar tan aislado huyéndose de unos narcotraficantes que le habían dado una golpiza en un rancho que estaba cuidando cerca de El Tuito.  Así, Ramiro no sabía nada sobre los hallazgos arqueológicos que hubo en este lugar hace más de 17 años (1973).  Uno de sus hijos hos llevó a un lugar cerca que se llama El Escondite en donde recientemente unos señores habían excavado un hoyo de 2 m de diámetro y un metro de profundidad buscando un tesoro.  Vimos algunas lajas chicas de granito blanco, y dos tiestos sin decoración.

      Por fin, tres dias después, en el pueblo de Santa Cruz de Quelitán encontramos al señor Filiberto González, mismo que había realizado los hallazgos arqueológicos en El Limbo.  Este señor tenía 68 años en 1990, y nos informó que cuando él era un “muchacho” recuerda que la erosión de la tierra alrededor del ranchito de El Limbo destapó las bocas de tres ollas guesas y lisas, en un lugar a unos 10 m al oriente de la casa.  Las ollas estaban acomodadas en la forma de un triángulo.  Adentro de las ollas, Filiberto no encontró huesos sino “polvillo”. 

      Excavando debajo de las ollas, Filiberto halló dos figuras hecha de barro, un “mono” y un perro.  Según Filiberto, el mono estaba parado y tenía un sombrero tipo charro en la cabeza, un traje como de soldado, con pantalones, y unas botas como “polainas de soldado”.  El mono no tenía ornamentos en las orejas, o en la naríz, como tampoco tenía un hoyo para cocción.  Adentro del mono, Filiberto encontró bolitas o “gráneles”, como “municiones de retrocarga”, el color de oro.  El perro estaba acostado de lado, con la pierna o el rodillo levantado, y tenía un hoyo entre las orejas.

      Parece que este fue el hallazgo que resultó en la asignación de El Limbo como “zona arqueológica” en la carta topográfica de CETENAL.

 

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